This is the end...

Para ser que dije que este año me proponía escribir más, lo llevo bastante mal, pero ha sido una temporada bastante dura y no he tenido ni tiempo ni ganas de escribir.


Ya sabéis que mi tiempo ha escaseado: un fin de curso movido y unas oposiciones horrorosas (ya sé que no he contado cómo han ido, pero es un tema que aún me cuesta comentar), y por eso han ido desapareciendo las ganas también. Es la pescadilla que se muerde la cola.

Otras veces, cuando llevaba tiempo sin escribir, me ponía a leer entradas antiguas y con eso conseguía darle vidilla a mi inspiración. Pero esta vez, ni eso. 

Así que creo que ha llegado el momento. El momento de poner un punto y final a este lugar que tan bien me ha tratado. Un blog donde he compartido emociones, vivencias, relatos y sentimientos. Un sitio donde he conocido gente que mola demasiado y que me la llevo conmigo. Un huequito particular en este gran océano que es Internet. 


Pero no os preocupéis, que seguiré buscando la felicidad escondida. El dónde, aún no se sabe. Gracias por haberme acompañado todos estos años.

Socorro

Sé que tengo el blog muy abandonado pero de verdad que el tiempo disponible es mínimo y no me da para nada. Espero poder retomarlo pronto y también los vuestros. 

Hoy os traigo una de esas frases de niño que en un determinado momento nos puede sacar una carcajada y que yo quiero dejar aquí para que sonriáis y para que no se me olvide.

El jueves pasado tuve clase de psicomotricidad y saqué el paracaídas para jugar con los nenes de 4 años. Es algo que les encanta, ya el tamaño y el colorido es algo que atrae. Tras hacer varios juegos, y como la hora llegaba a su fin, puse música de relajación y acabamos todos metidos bajo el paracaídas tumbados. Era bonito ver como los rayos de sol se colaban y los colores brillaban. Cuando pasó un ratito y antes de que ningún niño se me ofuscara por estar demasiado rato tapado, les dije que podían salir y en cuanto empezaron a moverse a otros les empezó a costar más quitarse el paracaídas de encima. Fue entonces cuando escuché alto y claro: SOCORRO, ¿ALGUIEN PUEDE ECHARME UNA PATA?

Entre risas acudí a sacar al niño en cuestión. Qué bien le quedó la frase.


Fin de trimestre con una fiesta medieval

Y terminamos el proyecto de los castillos. Y fue de la mejor manera posible.

El día 23 de marzo era el último día del trimestre y teníamos solamente jornada de mañanas, así que fue le momento indicado para hacer una jornada medieval.

La tarde de antes, las compis de infantil nos quedamos acabando de montar nuestro pequeño castillo y el que iba a ser el mejor banquete del reino. Dos mesas alargadas con sitio para 115 niños de todo infantil, y cada sitio con su mantelito, su comida, su botellín de agua y su corona; presididas por la mesa real y sus tronos que al día siguiente iban a ser ocupados nada menos que por el rey y la reina del Servetilandia (nuestro pequeño reino).

La mañana del 23, llegamos un poquito antes a trabajar porque teníamos que vestirnos para la ocasión y acabar de preparar los juegos en el patio. Cuando empezaron a llegar los niños y las familias y vieron que todos los maestros de la etapa vestíamos de un modo muy medieval empezaron a alucinar. Después la que alucinó fui yo, porque la directora de nuestro cole, se motivó con la idea de la jornada medieval y llamó a la tele fragatina, y ya os podéis imaginar a quién entrevistaron. Qué vergüenza pasé, pero al final no quedó mal de todo.

Dos horas haciendo diferentes juegos por el patio: construcción de castillos, talleres artesanos, justas medievales, juegos de puntería... Para terminar con una danza medieval de la que fueron testigos todos los profes y alumnos del centro. 

Mientras los peques estaban en el recreo, acabamos de preparar el banquete y esperamos la llegada de los reyes. Con un perfecto menú compuesto por panes de leche con chocolate, patatas fritas y chuches, llenamos las barriguitas de nuestros niños y cerramos la jornada con una gran alegría por lo bien que ha salido todo y lo contentos que están los niños.

Fue un fin de trimestre agotador, pero genial.
Seguramente al año que viene nos atrevamos con algo más.

Cuando unes tu trabajo, amigos y una afición

Este segundo trimestre ha sido corto, intenso y agotador. Ya está llegando a su fin pero antes de poner el punto final os voy a contar una de las experiencias más chulas que he tenido como profe.

Lo de hacer proyectos en los coles es algo cada vez más común, pero lo de que todo el ciclo vaya a la par con un mismo proyecto es algo menos visto. Y este año en mi cole nos hemos atrevido con un proyecto internivelar de castillos. La verdad que nos ha costado, lo de coordinarse ha sido difícil y en algunos momentos hemos hecho muchas cosas sin tener en cuenta a las demás. 

Pero si que ha habido cosas buenas a destacar como que el edificio de infantil parece un pequeño castillo. Al llegar las puertas de cristal tienen vidrieras y al entrar un simpático bufón te da la bienvenida en los 3 idiomas que se estudian en el cole. Además hemos tenido la gran suerte de contar con una familia maravillosa que nos ha construido 4 torres con sus arcos correspondientes y un trono real para el hall de nuestro edificio. En todo el pasillo hay una muralla, con una lámpara enorme de araña en el techo y varias antorchas. Las puertas parecen medievales con sus bisagras y sus rastrillos. Y los estandartes, cuadros medievales y escudos le dan el toque final. Han sido mogollón de horas invertidas que hemos sacado hasta de nuestro rato de comer pero ha merecido la pena. Y la semana pasada nos atrevimos con una excursión al castillo de mi pueblo: 80 niños de Fraga vinieron el pasado 10 de marzo a Monzón.

Confieso que estaba nerviosa a la par que emocionada. 
¿Saldrá bien? ¿Aguantarán los peques de 3 años la subida? ¿Les gustará? ¿Hará buen tiempo?
Y ahora puedo contestar a todo que SÍ. Y es que en el castillo contamos con la ayuda de dos de mis amigos que les enseñaron a mis niños el castillo con una visita teatralizada genial. Los peques fueron despacito pero aguantaron como jabatos y encima se portaron genial. Después de hablar con ellos me quedo con sus caras y con la frase que le dijo un niño a su madre al llegar a Fraga: "ha sido el mejor día de mi vida". Y encima nos hizo un sol divino.

Ahora nos quedan 3 días de cole para preparar el gran final: una jornada medieval con juegos de la época, talleres, una danza medieval y un banquete real. Ya os contaré qué tal termina todo.


Londres. Día 4, vuelta a casa

Ya dicen que lo bueno si breve, dos veces bueno. Yo me lo tomo al pie de la letra y hago viajes relámpago (la semana blanca no da más de sí, una pena).


Domingo por la mañana, cuarto día en Londres, en el que nos levantamos para hacer la maleta y dar un último paseo por este bello lugar. Tomamos el metro y vamos de nuevo a la zona de la catedral. Tengo que aguantar comentarios jocosos hacia mi persona, cuando uno de mis compis dice señalando una esquina donde eché las tripas: mira, ahí está tu ADN. Pero no me importó, hubo risas, y así pude disfrutar de Saint Paul sin estar muriéndome, lo cual ayuda bastante.

Llegamos a The Globe y continuamos de paseo hasta Tower Bridge. Creo que tengo fotos de este puente desde todos los ángulos posibles. Cuando haga mi Hoffman del viaje (es otra de las cosas que me gusta después de un viaje de estos, que parece que si dejas las fotos en el ordenador, luego ya no las ves más), no sabré cuáles elegir.

Se nos hacen las 12 del mediodía y volvemos al hotel para recoger las maletas e ir a coger el tren que nos llevará al aeropuerto. Vamos todos con la cara larga, no soy la única que el viaje le ha sabido a poco.

Pasar el tema de seguridad en Londres es más peliagudo que aquí, se lo toman todo mucho más en serio. Hasta el punto de que a mi compi de viaje lo cachearon de arriba a abajo y le preguntaron si llevaba una bomba porque el detector pitó por sus pendientes. 

En el vuelo me vuelvo a dormir (y eso que al lado me tocó un tío que antes de despegar ya estaba roncando, pero a mitad de viaje una azafata chocó con el carrito de comida en su rodilla y lo despertó) y a las 7 hora española, aterrizamos en Barcelona. 

Ahora solo nos faltan casi 3 horas de bus, y a las 10 y pico de la noche llego a mi casa, acelerada perdida, con muchas ganas de hablar y con cero intenciones de irme a dormir. El lunes me acordé mucho de mí misma...

Fue bonito mientras duró. 

Londres, espero que volvamos a vernos. Ha sido un placer a pesar de tus plantas que me dan alergia mortal.

Cuando pierdes la fe en la humanidad

Iba a traer hoy la última parte de mi viaje a Londres, pero hoy he despertado con una noticia escalofriante. Ayer murió un guardia civil arrollado por un coche que se quería saltar el control de alcoholemia. Las fuentes dicen que al principio el coche se detuvo, pero después agarraron al guardia civil del brazo y el vehículo emprendió la fuga, arrastrando al pobre hombre varios metros y provocando finalmente su muerte. Todos los ocupantes del vehículo eran menores, por lo que el conductor no tenía ni permiso de conducir, y encima dio positivo en drogas. Os dejo aquí la noticia que pone los pelos de punta.

Estoy más que segura que este tío y sus amigos en cuatro días están en la calle, entre que es menor y que conducía bajo los efectos de las drogas. Dirán que no era consciente de sus actos o alguna mandanga de esas. Y yo me enfado y me siento impotente. ¿Qué hace un menor con un coche y encima drogado? Y si te paran para un control, huye si no te interesa, ya te pillarán, pero no agarres a nadie y lo mates. 

La pregunta que llevo en mi cabeza hoy es qué puede aportar este zagal a la sociedad. Yo desde luego siento que la justicia nunca será suficiente.

Londres. Día 3 o día de sueños cumplidos

Tercer día y el mejor de todos.
Madrugón al canto, desayuno a tope y corriendo al Parlamento. Tenemos visita guiada y llegamos tarde. Tratad de imaginar a 30 adultos saliendo del metro a todo correr y saltando por las escaleras. En ese momento gritamos BOMBA y la que liamos es pequeña. Bueno, hubiéramos acabado todos entre rejas. Finalmente llegamos al Parlamento, y aunque es un poco tarde, les hacemos un poco la pelota y nos dejan pasar. Hora y media paseando por allí y escuchando a Howard, nuestro guía, un señor de pelo blanco muy cachondo que dice que sabe hablar castellano pero que se niega (JÁ!). Salimos de allí y nos vamos de paseo al Palacio de Buckingham. Damos un poquito de rodeo y pasamos por el parque St. James. Allí se cumple uno de mis sueños (soy chica de sueños sencillos) y consigo que una simpática ardilla se acerque a mi mano a comer un poquito de bollo que tenía en la mochila. Mis amigos me inmortalizaron en una foto, pero una puñetera paloma decidió pasar en ese momento por delante y casi no se ve mi ardilla...

Pillamos el metro y la idea es ir al British Museum, pero antes hacemos un alto en el camino, y vamos a King´s Cross - Saint Pancras. Allí está el anden 9 y 3/4 (una fan de Harry Potter como yo no puede visitar Londres y no ir allí!). Me pego más de una hora de cola, pero al final salgo feliz con mi foto (y con otro sueño cumplido). Cruzo la tienda de recuerdos de Harry y no sé cómo logré aguantar sin comprar la tienda entera.

Salimos por una estación de metro en la que nos toca subir cien mil escaleras (no exagero) y vamos a comer. Y es entonces cuando llueve. Que aún no nos había llovido!! Parte de la tarde se nos va en el Museo y de ahí acabamos en Harrods (qué caaaaaaaro es todo) y en Chinatown. Terminamos la tarde con dolor de riñones, en un bar muy chachi y luego a cenar por la zona de Covent Garden. 

Un día genial, agotador, pero con sueños cumplidos. Cuando te emocionan los pequeños detalles, es más fácil ser feliz.

Londres. Día 2

Tras casi morirme en mitad de la plaza de la catedral, tengo que decir que al día siguiente fue como si no me hubiera pasado nada. Me levanté nueva y dispuesta a comerme la ciudad. Misterios de la vida. No quise darle demasiadas vueltas y simplemente disfruté de la sensación de estar bien.

Tras desayunar a tope, mochila cargada con cámara, pañuelo por si los mocos atacaban de nuevo, gafas de ver y gafas de sol (si!! hizo sol mientras estuve en Londres!) y pillamos el metro. Nos vamos a la Torre de Londres, donde pasamos media mañana que se nos pasa en un suspiro. De ahí vamos al Puente de la Torre. Menudas vistas y menuda sensación la de ver la ciudad desde lo alto, y también ver el suelo gracias a la pasarela de cristal.

Llega el turno de comer y en vez de coger un metro a nuestro siguiente destino, mapa en mano nos dedicamos a patear Londres. Así hay que ver las ciudades, no pasando bajo ellas. Y de repente aparece a lo lejos: el London Eye. Al llegar vemos la cola, nos espantamos, cogemos la entrada y seguimos hasta el Big Ben y la Abadía de Westminster. Yo la verdad que voy con la boca abierta y tratando de inmortalizar todo con la cámara.

Empieza a anochecer y volvemos al London Eye, y es entonces cuando subimos. Y la verdad que menudo acierto el esperar a la noche, porque ver Londres de día debe ser bonito, pero verlo de noche con todas sus luces fue espectacular. Al bajar, mapa en mano de nuevo para llegar a Picadilly, comprar algunas cositas y hacer un alto en el camino para merendar y descansar un rato, que las piernas y los riñones empiezan a pedir clemencia. La vuelta al hotel ya tuvo que ser en metro.

Un día completo, bonito y agotador.